No dejar a nadie atrás: ¿Por qué la Protección Social Adaptativa debe ser sensible al género e inclusiva?


Dec 16, 2025 | Nohelia Palou y Dra. Charlotte Penel

Mientras el mundo enfrenta una convergencia de crisis, desde las amenazas urgentes de los extremos climáticos y las pandemias hasta los desafíos de largo plazo asociados a choques económicos y conflictos sociales, los sistemas tradicionales de protección social están siendo llevados más allá de sus límites. Estos sistemas, diseñados originalmente para riesgos previsibles y pobreza cíclica, hoy tienen dificultades para responder a la compleja red de choques climáticos y acumulativos que reconfiguran de manera constante los medios de vida.

Aquí es donde entra la Protección Social Adaptativa (PSA): un enfoque que integra la protección social, la adaptación al cambio climático y la reducción del riesgo de desastres para ayudar a los hogares y comunidades a prepararse, enfrentar y adaptarse a choques y eventos de evolución lenta.

Sin embargo, la adaptación no puede lograrse únicamente a través del diseño técnico. Para ser verdaderamente transformadora, la PSA debe construirse desde un enfoque de Igualdad de Género e Inclusión Social (GESI), reconociendo que los choques no afectan a todas las personas por igual, ni todas cuentan con las mismas capacidades para responder.

Las crisis climáticas, económicas o sanitarias interactúan con desigualdades preexistentes. Las mujeres, los pueblos indígenas, las personas con discapacidad, las personas adultas mayores y otros grupos históricamente marginados suelen experimentar mayor exposición a los riesgos, mayor sensibilidad a sus impactos y menos oportunidades de recuperación.

Los grupos marginados tienen mayor probabilidad de vivir en zonas propensas a amenazas o ecológicamente frágiles debido a opciones limitadas de medios de vida y a procesos históricos de desplazamiento. Las mujeres y las niñas asumen una mayor carga de trabajo de cuidados no remunerado durante las crisis y enfrentan mayores riesgos de violencia basada en género. Los pueblos indígenas, a menudo dependientes de medios de vida sensibles al clima, enfrentan barreras en el acceso a la tenencia de la tierra y a programas estatales. Estos mismos grupos suelen tener menor acceso a crédito, tecnología, movilidad y espacios de toma de decisiones. Cuando las respuestas institucionales son débiles o no inclusivas, estas vulnerabilidades se profundizan.

En síntesis, la capacidad adaptativa es tan social como técnica. Los sistemas que no abordan la desigualdad tienden a reproducirla, incluso bajo el discurso de la resiliencia.

Los choques desde una perspectiva de género: el caso de Honduras

Honduras está desarrollando una política nacional de Protección Social Adaptativa (PSA) liderada por la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL). Un diagnóstico participativo realizado en 15 municipios reveló que las comunidades enfrentan múltiples riesgos superpuestos, desde inundaciones y sequías recurrentes hasta choques económicos y desplazamiento. Las mujeres y los pueblos indígenas suelen soportar las cargas más pesadas.

Los hallazgos fueron claros: los choques climáticos y socioeconómicos no son neutros en términos de género. Se intersectan con desigualdades preexistentes y generan vulnerabilidades y capacidades de afrontamiento diferenciadas. En particular, se identificaron cuatro hallazgos principales que ilustran cómo el género y la interseccionalidad determinan el grado de vulnerabilidad y resiliencia frente a estos choques:

  • Las mujeres y las niñas enfrentan una mayor exposición a la violencia basada en género (VBG) en los albergues de emergencia, y con frecuencia carecen de acceso a servicios de salud menstrual y reproductiva. La pérdida de empleos en las maquilas y el aumento de la carga de cuidados no remunerados debilitan aún más su autonomía económica.
  • Los hombres, por su parte, suelen ser socialmente presionados a permanecer durante las evacuaciones para proteger los bienes, reflejo de normas de género que incrementan su exposición a inundaciones, deslizamientos y violencia.
  • Las personas LGBTIQ+ y las personas con discapacidad enfrentan desafíos específicos durante el desplazamiento, incluyendo discriminación, violencia y protección inadecuada. La accesibilidad limitada y la comunicación no inclusiva restringen su acceso a la asistencia y a la información. La interrupción de redes de apoyo incrementa aún más su vulnerabilidad y las barreras para la recuperación.
  • Al mismo tiempo, muchos comités locales de emergencia (CODELES) están liderados por mujeres que desempeñan un papel clave en la preparación comunitaria, la coordinación y la recuperación, lo que evidencia que las mujeres también son lideresas climáticas y actores fundamentales para fortalecer la resiliencia.

El triple mandato de la PSA

La PSA se sustenta en tres funciones interrelacionadas, todas ellas inclusivas por diseño:

  1. Preparar: anticipar choques mediante sistemas de alerta temprana, focalización basada en datos e inversiones en preparación comunitaria.
  2. Responder: proporcionar asistencia oportuna, accesible y digna (transferencias monetarias, empleo temporal u otros servicios) que atienda necesidades diversas durante las crisis.
  3. Adaptar: fortalecer la resiliencia de largo plazo mediante la diversificación de medios de vida, la agricultura climáticamente inteligente y el acceso a educación, tierra y activos.

De manera crucial, este triple mandato debe ir más allá de los desastres de aparición rápida e incluir eventos de evolución lenta como la sequía, la degradación de suelos o la pérdida gradual de biodiversidad, procesos que erosionan la resiliencia de forma silenciosa a lo largo del tiempo.

De las voces locales a las soluciones de política

El proceso participativo no solo identificó problemas; también generó un conjunto de estrategias de PSA con enfoque de género y arraigo local, que combinan mecanismos de protección social con resiliencia climática.

Entre las medidas propuestas se incluyen:

  • La preparación de albergues con insumos sensibles al género, como kits de higiene menstrual, pañales y materiales para la atención post-violencia, para asegurar que se atiendan necesidades diversas durante las crisis. Esto incluye transferencias monetarias condicionadas vinculadas a actividades comunitarias de prevención del dengue, reconociendo el rol de las mujeres en las redes de salud y cuidado.
  • La provisión de materiales escolares para garantizar que niños y niñas de familias de bajos ingresos o desplazadas puedan continuar sus estudios tras eventos climáticos extremos.
  • Capital semilla y capacitación para personas que han perdido su empleo, con énfasis en emprendimientos liderados por mujeres y en el emprendimiento juvenil.
  • Programas de empleo temporal sensibles al género para rehabilitar zonas propensas a inundaciones, limpiar sistemas de drenaje y restaurar espacios públicos, priorizando a jefas de hogar, jóvenes desempleados, pequeños productores y otros trabajadores informales afectados por emergencias y desastres.
  • Programas alimentarios para pequeños agricultores condicionados a prácticas de agricultura sostenible y adaptación climática que fortalezcan la seguridad alimentaria, incluyendo la adecuación de menús para responder a las necesidades nutricionales específicas de grupos vulnerables como niños, mujeres embarazadas, personas adultas mayores y personas con enfermedades crónicas.
  • Becas para formación técnica en salud comunitaria, psicología, gestión ambiental y veeduría ciudadana, fortaleciendo capacidades de liderazgo a nivel local.
  • El fortalecimiento de las cajas rurales como instrumentos de protección adaptativa, facilitando a mujeres, pequeños agricultores y trabajadores informales el acceso equitativo a fondos de contingencia y a crédito accesible para la diversificación de medios de vida.

Estas propuestas lideradas por las comunidades muestran cómo la protección social adaptativa puede pasar de la teoría a la práctica cuando las voces locales y las perspectivas de género guían el diseño de las intervenciones.

Al anclar la PSA en la equidad social, los gobiernos pueden asegurar que las personas más vulnerables no solo estén protegidas frente a los choques, sino también empoderadas para definir sus propias trayectorias de recuperación y adaptación.

En palabras de una lideresa comunitaria que participó en las consultas:

“Hemos enfrentado inundaciones y desplazamiento. Sin embargo, lo que nos mantiene de pie es la organización, especialmente la organización de las mujeres. Si el apoyo llega a través de nosotras, sabemos cómo llegar a todas las personas.”

Las agendas globales de clima y protección social están convergiendo. No obstante, la resiliencia no puede construirse desde la exclusión. La PSA ofrece un camino a seguir, no solo para proteger a las poblaciones frente a las crisis, sino para transformar los sistemas que perpetúan la vulnerabilidad. Diseñar la PSA desde un enfoque de género e inclusión social garantiza que la resiliencia sea justa y sostenible, porque no dejar a nadie atrás no es solo un objetivo: es la medida de una adaptación auténtica.

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Nohelia Palou es investigadora en clima, paz, seguridad y género y forma parte del equipo de CGIAR Climate security. 

Dra. Charlotte Penel es investigadora en clima, paz, seguridad y género y forma parte del equipo de CGIAR Climate security.